Por: Cinthya García
Desde hace muchos años (31 para ser exactos) tuve el gusto de inmiscuirme con este deporte. Mi hermano comenzó a jugar infantiles como un mero accidente y para que dejáramos de aterrorizar al vecindario. Acompañándolo, me empezó a gustar, aunque no le entendiera mucho, pues es arriesgado y de contacto.
Conforme pasó el tiempo, me involucré un tanto más entrenando tochito y siendo porrista… No duró mucho el gusto pues me llamaron al voleibol para practicarlo en la prepa.
Nunca pensé compartir tantos años con un jugador, ahora coach, de futbol americano. Las críticas y mofas por ser novia de un jugador me siguieron por algún tiempo. Lo peor fue cuando mi novio, entonces, decidió dedicarse a lo que ama y hace de forma extraordinaria. Sí, es coach.
Ese no tiene futuro, ¿qué puedes esperar de quien no ejerce su carrera?, ¿pretendes comer balones?, no tiene nada mejor por hacer y es un mediocre que se la pasa “quesque” entrenando a los jóvenes, etcétera, etcétera; me ha dado una vida (26 años) tan satisfactoria, emocionante y llena de virtudes que no esperé jamás.
Resulta interesante cada término de temporada de liga mayor pues nunca tengo la certeza de cuál equipo le hará alguna oferta para que maneje sus programas. Ya me acostumbré a no acumular cosas, relaciones y conflictos porque no sabemos a dónde nos iremos para “la siguiente temporada”. No obstante, hay lugares y personas que se arraigan en el alma. Eso deja el futbol americano, también… Familia no sanguínea.
De lo que sí estoy cierta es de lo gratificante y grandioso que ha sido mi aventura de vida con “Don coach” (el apodo que le di hace pocos años). Como esposa de un head coach he recibido las “puñaladas” más viles y absurdas. Al inicio, me derrumbaron y frustraron pero él, Don coach, me enseñó algo que transmite a diario en el campo “lo que no te mata, te hará más fuerte”. Además, con seguridad lo expreso, cuando haces las cosas de forma humilde y honesta aparecen, por generación espontánea, la envidia, los complejos y muchos más de los bajos instintos del ser humano.
Nuestro hijo es una muestra de vivir del futbol americano. No hay explicación para mucho de lo que hemos hecho sin pensar en este bello deporte que ha dejado una forma de vida y filosofía en nuestra familia para poder enfrentar cualquier situación. Lo único que queda por decir es que, tanto en el campo como en el hogar, cada quien pertenece a su equipo.